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Poner un NAS en casa ha sido una de las mejores decisiones tecnológicas que he tomado en toda mi vida

Hay cacharros que le cambian a uno la vida (un poquito). El pelapatatas o el sensor de proximidad trasero de los coches, sin ir más lejos. De todos los que han ido llegando a mi vida, hay uno que los barre a todos del mapa.

Se trata del NAS que compré en 2012 y que se ha convertido en parte fundamental de todo el trabajo y el ocio en nuestro hogar. Si no los conoces, atento, porque estos discos duros en red son un absoluto prodigio que te harán preguntarte de eso de "¿cómo he podido vivir sin él?". O casi.

Tu nube privada
Lo contaba entonces en mi otro blog: había estado haciendo experimentos con una Raspberry Pi como servidor de descargas pero aquello no acababa de ir fino.

A esas alturas había leído y escrito bastante sobre esos discos duros en red conocidos como NAS (Network Attached Storage), pero nunca había tenido la oportunidad de probar ninguno, así que me lancé a la aventura y me compré uno.

Lo cierto es que el producto parecía casi hecho pensando en mí. No me gusta depender de servicios de terceros en la nube y quería tener un producto que estuviese siempre disponible y siempre conectado para poder copiar datos desde él y en él con cualquiera de mis PCs y portátiles.

Un NAS es precisamente eso: un dispositivo que siempre está ahí para ti, tanto si estás en casa como si estás fuera de ella —aunque eso, como comentaré más adelante, tiene su aquel—.

Un NAS es tu nube particular, y de hecho el nombre de este tipo de productos es desafortunado: son mucho más que discos en red, porque además de almacenar todo tipo de contenidos pueden actuar como servidores de descarga, de desarrollo, de correo, multimedia, VPN, servidor web, de chat, etc.

Esto no va solo de guardar archivos
Yo opté en aquel momento por un Synology DS212j de dos bahías —hoy en día la opción sería el DS220j—, en cada una de las cuales conecté un disco duro SATA de 3,5 pulgadas y 2 TB. Tener 4 TB de almacenamiento en red era entonces una maravilla, y hoy esos discos siguen aguantando el tirón aunque eso sí, suelo tener más del 90% de la capacidad del NAS ocupada.

Puedes montarte tu propia alternativa a Gmail, a Dropbox, a Google Photo, a Netflix, o crear y hospedar allí sitios web que luego puedes hacer públicos y que pueden estar basados en plataformas como Magento, Wordpress o Drupal.

La mayoría de fabricantes de NAS ofrecen sus propias tiendas de aplicaciones para estos dispositivos de modo que puedas instalar esos paquetes y utilizarlos para proporcionar los servicios que más se ajustan a tus necesidades.

En mi caso el uso ha sido relativamente discreto: uso mi NAS como centro del almacenamiento de toda la casa, no solo de copias de seguridad de datos que ya tenemos en otros equipos, sino como destino de muchos datos con los que trabajo a diario. Utilizo servicios como Dropbox o Google Drive para temas puntuales y para trabajar con documentos de Google Docs, por ejemplo, pero el NAS es absoluto protagonista en ese flujo de trabajo.

Por supuesto el otro gran apartado en el que el NAS es protagonista es en el entretenimiento: las películas que tenía en DVD y la música que tenía en CD y que he ido adquiriendo en formato digital han acabado en ese disco duro en red.

Es una tarea algo pesada al principio, pero desde luego la comodidad que aporta después es espectacular: el NAS, insisto, siempre está disponible para que podamos acceder a esos contenidos por ejemplo desde el pequeño miniPC conectado a la tele con Kodi que tenemos en el salón.

¿Google Photos e iCloud? Nahhh
Lo mismo ocurre con las fotos: aunque reconozco que servicios como Google Photos para móviles Android o iCloud para los iPhone tienen muchas ventajas y eso los ha convertido en la norma para los usuarios, yo prefiero no usar dichos servicios.