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Llevo seis años con una bicicleta eléctrica: esta es mi experiencia

“Lo que me hace más feliz es ver que todo el mundo que prueba la bicicleta eléctrica ya no quiere volver a utilizar la moto o el coche”, asegura Ricard Jornet, un vecino de Mataró (Barcelona) que la usa. Las dos ruedas, tan reivindicadas en los últimos años como una alternativa más sostenible para los desplazamientos urbanos, se han popularizado tras la aparición de la COVID-19, y sus hermanas eléctricas están muy bien vistas para la nueva movilidad.

Un 116,7 % más que el año anterior. Según los datos publicados por la Asociación de Marcas y Bicicletas de España (AMBE) en 2019, ese fue el porcentaje de aumento de ventas de bicicletas eléctricas en 2018 con respecto al año anterior. La cifra demuestra la pujanza de estos modelos, y habrá que ver próximas estadísticas, una vez que el coronavirus ha mostrado el atractivo de este medio de transporte para circular por las ciudades. De hecho, la Comunitat Valenciana y la de Madrid darán ayudas para comprarlas, y la propia AMBE ha sugerido una ayuda de 250 euros para aquellas clasificadas como de uso urbano o una reducción de su IVA.

Mientras ciudades como Lisboa o Barcelona piensan en construir o ampliar carriles bicis tras la crisis de la COVID-19, muchos usuarios españoles llevan años conociendo las ventajas de las bicicletas eléctricas y ahora pueden dar consejos a aquellas personas que valoran comprar una de ellas.

De casa a la academia y mapeando los carriles bici de Almería
Carlos Jurado tiene 37 años y trabaja como profesor e informático en una academia de Almería. Desde diciembre de 2018 usa la bicicleta para moverse de casa al trabajo y viceversa, “y algunas veces cuando tengo que hacer algún desplazamiento por la ciudad”, explica a Xataka.

Antes de comprársela, Jurado ya tenía “conciencia ecológica” y se planteaba cómo reducir el despilfarro y la contaminación. En su centro había sugerido instalar aparcamientos para bicis. “Tenía un alumno que venía todos los días en bicicleta, la aparcaba por cualquier lado”. Cuando los colocaron, el profesor ya tenía un impedimento menos para acudir con la suya. “Yo intenté ir en bicicleta unas cuantas veces, con una de montaña que me regalaron. Llegaba bien, porque yo vivo en una parte más alta y lógicamente era cuesta abajo, pero volvía [a casa] sudando”.

Siguió investigando y empezó a considerar las bicicletas eléctricas. Se decidió por una Biboo Gekko de unos 12 kilos, “muy clásica, muy sencilla”. Las razones que le llevaron a escoger esta fueron la ligereza (“casi todas las otras eran muy aparatosas y pesadas”) y la estética: “Mi Gekko parece una bici clásica, excepto por la rueda de atrás, que lleva el motor y la batería integradas. Ahora hay algunas con filosofía parecida como las Capri Eléctricas o la Specialized Turbo Vado SL. Me tienen enamorado”.

Ahora se está planteando comprar otra con marchas, “porque me está gustando eso de hacer un recorrido más largo en plan paseo. Intento aprovechar el carril bici haciendo el proyecto lo más largo posible”. Eso no quiere decir que se haya arrepentido de comprar la Gekko, ya que la utiliza más de lo que pensó en un comienzo; tan solo echa de menos las marchas para un uso “más deportivo”.

Para él, la compra de esa Bibbo Gekko fue “una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida”, resume. Si fuera en coche al trabajo, tardaría diez minutos más: “El camino lo hago muy directo, no pillo atascos, no tengo que bajar al garaje, sacar el coche… Y sin el quebradero de cabeza del aparcamiento”. Además, como trabaja a jornada partida, el esfuerzo físico que realiza al regresar dos veces a casa cuesta arriba le ha ayudado a adelgazar y sentirse mejor.

Con el tiempo no la usa solo para el trabajo: “Algunas veces me dicen de quedar y pongo todos los impedimentos posibles de irme a mi casa, coger el coche, bajar con él… Siempre intento coger la bici”. Durante la cuarentena trabajó parte de la jornada laboral a puerta cerrada y solo usaba las cuatro ruedas una vez cada semana y media para hacer la compra. “Decía: ‘Un día me lo voy a encontrar que ni va a arrancar’, de lo poco que lo uso”.

Carlos ha mapeado en Open Street Map los carriles bicis de Almería y los aparcamientos. “Lo bueno es que permite una personalización completa, se puede crear una vista en la que se destaquen los elementos que quieras”. Ese trazado se puede incluir en aplicaciones de rutas ciclistas y ampliar por otros usuarios.

Tan defensor de la bicicleta eléctrica se ha convertido Jurado que ha influido en otras personas: “Un amigo se compró una por mis comentarios y creo que sigue muy contento. Por internet, alguno me preguntó”. Él continúa resaltando sus bondades, ya que así tendremos “mejores ciudades y una población más sana”.-

De ruta por los pueblos con la bicicleta eléctrica
Ricard Jornet tiene 46 años y vive en Mataró (Barcelona). Presidente de Som Mobilitat, una cooperativa de vehículos eléctricos para empresas, particulares y administraciones, compró hace seis años junto a su pareja la primera bicicleta eléctrica. “Mataró tiene barrios con mucha pendiente y con la bicicleta eléctrica subes y bajas muy bien por la mayoría de las zonas. Además, con ella podíamos llevar a nuestro hijo pequeño fácilmente”, explica a Xataka.