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Brexiting: el arte de despedirte de todo el mundo en una fiesta pero no marcharte nunca

Es probable que conozcas a alguien así. Ya sabes, la clase de amigo que, superado un umbral de la noche, comienza a despedirse de todo el mundo. Otea la sala y saluda uno a uno a todos los invitados. Se relame en cada última palabra, se regodea en el ritual de despedida, encadena una conversación casual tras otra, muestra un exceso de deferencia casi incómodo. Una vez le has dicho adiós, pasas a tus quehaceres, disfrutas de la velada. Pero al cabo de las horas sigue ahí. Se iba, pero no. Te habías olvidado de él, pero él tenía otros planes para el resto de la fiesta. Se había despedido, pero no planeaba marcharse.

¿Familiar, verdad? Hoy ya puedes utilizar un verbo para definir esa clase de actitud: "Brexiting".

Siguen aquí. El verbo, obviamente en inglés, ha ganado cierta popularidad durante los últimos meses gracias al interminable proceso de salida de la Unión Europea emprendido por el Reino Unido. Hoy la Cámara de los Comunes ha vuelto a ser clara: el país no podrá abandonar la UE el 31 de octubre, tal y como había prometido Boris Johnson, incapaz de aprobar la legislación necesaria para certificar el divorcio. Reino Unido seguirá con nosotros, como mínimo, hasta el 31 de enero. Es el segundo aplazamiento que solicita desde que celebrara su referéndumen junio de 2016. Son casi tres años de salida, pero no.

Reino Unido está brexiting. Se ha despedido de todos y se suponía que dejaba la fiesta a finales de este mes. Sin embargo, siempre encuentra una forma de quedarse un poco más.

Elecciones. ¿Segundo y último aplazamiento? No tan rápido. Johnson había jugado la totalidad de su capital político a la ejecución del Brexit. O lo que es lo mismo, a una salida ordenada o desordenada de la Unión Europea el 31 de octubre. No más retrasos, no más dilaciones. Ha fracasado, pero sólo parcialmente. Al obtener un acuerdo validado tanto por Bruselas como por los Comunes, Johnson tiene un arma electoral de la que sus rivales carecen: un plan. Incapaz de certificar el Brexit, ha optado por el adelanto electoral, que el pueblo decida. Hoy Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, ha anunciado su apoyo a la convocatoria.

Con probabilidad, Reino Unido acudirá a las urnas en diciembre.

¿Por qué? Todos creen que tienen algo que ganar. Johnson aspira a obtener una mayoría parlamentaria suficiente para aprobar la legislación necesaria y, de una vez por todas, abandonar la UE el próximo 31 de enero. Los laboristas consideran que tienen una buena oportunidad para ganar terreno electoral y fijar así sus propias condiciones de salida. Las encuestas se inclinan por la hipótesis de Johnson: el Partido Conservador obtendría una holgada mayoría, barriendo al partido brexiteer fundado por Nigel Farage y aglutinando a los partidarios (duros o blandos) de la salida.

Es la ventaja de tener un acuerdo aprobado por todos.

Tiempos. ¿Funcionará? Las encuestas se han equivocado en anteriores ocasiones, pero el sistema electoral (uninominal, el primero de cada circunscripción se la lleva) beneficia al Partido Conservador. Corbyn aspira a convertir las elecciones en un plebiscito sobre la dirección del país (económica, laboral, social, cultural) y no tanto sobre el Brexit. Es una tarea complicada. Otras formaciones, como los nacionalistas escoceses o los Liberales-Demócratas, nítidamente a favor de permanecer en la UE, tienen un mensaje más claro, rotundo y potencialmente popular.

¿Hasta siempre? Son unos comicios de gran importancia, de ahí que la apuesta por el adelanto electoral resulte arriesgado para todas las partes. Las urnas podrían desbloquear el parlamento en favor de Johnson, permitiéndole moldear las condiciones de salida con la Unión Europea (más duras, más irreversibles). Cabe recordar que el 31 de enero se abre un periodo de transición y no tanto de ruptura definitiva. Durante los dos años subsiguientes Unión Europea y Reino Unido negociarán su relación a futuro bajo ciertas garantías (residentes extranjeros, flujo comercial, backstop en Irlanda del Norte, etcétera).

Agotado ese plazo (2022) se encuentra el vacío. Si Bruselas y Londres no firman un acuerdo comercial (uno que, para el caso canadiense, tardó años en gestarse), Reino Unido se ceñirá a las reglas de la OMC en materia comercial. Un escenario turbulento al implicar duros aranceles y un acceso restringido a mercados clave. Para los remainers, el peor de los escenarios del largo, interminable, proceso de brexiting.